Todas Luisas

¿Cuánto le costaría a Luisa Cáceres de Arismendi para ser la primera mujer en entrar al Panteón Nacional, “altar de la Patria” hecho para el héroe y no la heroína? Luisa Cáceres Díaz de Arismendi, nacida el 25 de septiembre de 1799 en una Caracas que no excedía las 40 mil almas, fue más que la esposa de un importante hombre de la Independencia.

Hermosa e inteligente, Doña Luisa rompió -como muchas otras- el molde de una época signada por la guerra y el machismo. Ver de cerca la muerte de sus seres amados fue un factor decisivo para trascender la quietud de una sociedad pacata e injusta. José Tomás Boves hacía de las suyas en 1814, mismo año cuando contrajo nupcias con el coronel Juan Bautista Arismendi.

Un día determinante en Doña Luisa fue el 24 de septiembre de 1815: estando embarazada es apresada en los tristes calabozos del Castillo de Santa Rosa en la Asunción. No obstante, con estoicismo soportó la negativa del marido de canjearla por un oscuro oficial invasor: “Diga al jefe español que sin patria no quiero esposa”. ¿Cuál podría ser el destino ahora de la que había arriesgado tanto por la emancipación?

Otro día aciago para Doña Luisa fue el 26 de enero de 1816, cuando concibe una niña que muere inmediatamente al nacer. Las prisiones de Pampatar, La Guaira y Caracas, asimismo el exilio hacia Cádiz, lo sufrió en carne viva. Fue en aguas profundas, en su traslado hacia España, cuando sus captores fueron atacados por corsarios, siendo ella con otros torturados, abandonada en la isla de Santa María en las Azores.

Impedida de retornar a Venezuela, Doña Luisa llega a Cádiz el 17 de enero de 1817, lugar donde, pese a ser cautiva, mejora su condición en algo. Nunca renegó de su vocación revolucionaria. Después de su fuga y un duro periplo llegó a Margarita el 26 de julio de 1818. Al año siguiente el Consejo de Indias le concedió la añorada libertad. Su tiempo de persecución era un expediente pasado. La Caracas del 2 de junio de 1866 le dijo que su muerte no fue en vano.

Ni los bustos, ni las avenidas, ni las estatuas, ni las plazas, ni las escuelas, ni los liceos en su honor, son suficientes para contrarrestar una historiografía donde la mujer es considerada como apéndice del hombre, una interpretación histórica en la cual Luisa Cáceres es más “de Arismendi”, que la heroína que perdió mucho en la guerra contra España.

En este sentido, se requieren nuevas lecturas de nuestro ayer en que se le dé el justo valor a un ser que es la garantía misma de la vida en la tierra.

Sirvan estas palabras de felicitaciones a nuestras mujeres valientes, quienes como Doña Luisa dan lo mejor de sí por tener una Patria soberana donde sus hijos puedan reir en paz y en libertad.

Alexander Torres Iriarte

Deja un comentario