Pueblo mío «El Popule Meus es una Improperia, es decir, un canto antifonal de preguntas y respuestas, que expresan las protestas de Jesucristo». Alí Ramón Rojas Olaya

Nuestro Popule Meus

Posiblemente entre los Popule Meus más interpretados mundialmente, aparte de los cantos gregorianos, estén los del compositor abulense Tomás Luis de Victoria (1548-1611), el del italiano Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594), el del compositor navarro Felipe Gorritiren Omenez (1839-1896) y el del húngaro Lajos Bárdos (1899–1986). En Venezuela, el de José Ángel Lamas, escrito en 1801 y estrenada ese mismo año en la Catedral de Caracas, es una de las partituras más emblemáticas al punto que resulta inimaginable una Semana Santa sin ella. En muchos lugares del país el cura canta los versos de los reproches en el Oficio de Viernes Santo, mientras que el pueblo se une en los responsorios o estribillo al compás de una banda musical, muchas veces, exquisitamente desafinada.

Sobre este compositor, el musicólogo venezolano Israel Peña escribió: «Fuera de unas pocas noticias acerca de su actividad musical y de los actos esenciales de su vida, no se sabe nada de él. Es para la historia algo así como un artista sin rostro» (José Ángel Lamas 1775-1814, Colección «Aniversarios Culturales», Caracas,1963, pp. 33-34).  

El maestro José Ángel Lamas nació en Caracas el 2 de agosto de 1775 y murió el 10 de diciembre de 1814 a los 39 años. Fue alumno de Juan Manuel Olivares y miembro del grupo de compositores de la Escuela de Chacao. En 1789 ingresa al coro de la catedral, en una plaza vacante de tiple, hasta el 9 de noviembre de 1796. El 2 de junio de ese año el obispo lo llama a que toque el bajón, antecesor del fagot, en la tribuna de la catedral. En la Escuela de Santa Capilla que lleva su nombre se conservan 42 obras, entre éstas, El premio a tus virtudes, Sepulto domino, Misa en Re, Benedicta et Venerabilis y Ave Maris Stella.

Nos explica el musicólogo David Coifman Michailos en su artículo «José Ángel Lamas (1775–1814) y el arte útil de Antiguo Régimen en Venezuela» que «la obra de Lamas fue creada, como la de tantos compositores influidos por los intereses políticos, religiosos y sociales de sus instituciones y mecenas, como parte del discurso catedralicio contra la infidencia popular a la monarquía durante el período pre-republicano» es decir, era «música compuesta como arte útil para la defensa del Antiguo Régimen en Venezuela». Sin embargo, para el compositor venezolano José Antonio Calcaño: «Tal vez muchas personas hubieran preferido, que José Ángel Lamas hubiera sido un héroe batallador, pero no fue así. Lamas fue músico; soñó siempre con la música, y tal vez por eso, por no haber disipado su fuego interno en otras vías de escape, fue el más grande de sus compañeros y la más grande gloria de Venezuela en el mundo musical de entonces. De no haber sido así, acaso hubiera sido un revolucionario mediocre o un músico menor. Él, como los grandes místicos de que nos habla la historia, logró resistir el arrastre de muchos señuelos mundanos. La Patria también necesita hombres de esa clase» (La ciudad y su música: crónica musical de Caracas, Caracas: Conservatorio Teresa Carreño, 1958, pp. 150-151.).

Sobre la devoción mariana de Lamas, Israel Peña nos dice: nunca tuvo «otro pensamiento, junto con el de la suerte de su hogar, que el de seguir haciendo música y creando hermosas obras religiosas. De éstas, una notoria mayoría —es decir, más de la mitad de su creación total— está dedicado a la Virgen. Lamas es, pues, especialmente, un devoto de la dulce Madre de Dios. Para Ella, para las fiestas del culto en que se la celebra, él compone con fluida espontaneidad, con íntima alegría, sin el menor cansancio, numerosas Salves y Tonos. Sin grandes recursos instrumentales, en partituras relativamente sencillas, Lamas expresa mejor que muchos compositores de gran aparato su devoción a Dios y a María» (Israel Peña, Op. cit., p. 56.)

El Popule Meus es una Improperia, es decir, un canto antifonal de preguntas y respuestas, que expresan las protestas de Jesucristo. Según Patrick Morrisroe (Improperia. The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910), los improperios son los reproches que “se hace pronunciar al Salvador en contra de los judíos, quienes, en recompensa por todos los favores divinos y en particular por la liberación de la esclavitud de Egipto y un salvoconducto hacia la Tierra Prometida, le infligieron las ignominias de la Pasión y una muerte cruel”.

El texto reza: “Popule meus, quid feci tibi? Aut in quo contristavi te? Responde mihi! (Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿en qué te he molestado? ¡Respóndeme!) (Miqueas 6:3). Quia eduxi te de terra Ægypti: parasti Crucem Salvatori tuo (Porque te saqué de la tierra de Egipto, preparaste una Cruz para tu Salvador) (Miqueas 6:4)”. Estos improperios, desarrollados sobre un texto del profeta Miqueas, han permanecido en la Liturgia del Viernes Santo, aún después de la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II.

La pobreza llegó temprano a José Ángel Lamas hasta que le quitó la vida. La penuria cercenó su esperanza en bondades materiales, pero no su servicio a Dios. La iglesia, para la que trabajo toda su vida, nunca le ayudó a salir de la miseria. Fue enterrado en la antigua iglesia de San Pablo (Hoy Teatro Municipal) gracias a las limosnas del pueblo, el mismo que llora con ese poema armónico que despierta en el alma la afligida y venerada memoria de quien sufre por darle la libertad a su patria y lucha por la redención de la humanidad.

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