Bye bye, Beethoven!

En muchas manifestaciones artísticas, y en particular en la Música, existen dos vertientes que sirven para clasificar las tendencias musicales de una sociedad: La música profana (que comprende la música popular caracterizada por honrar escenas de la cotidianidad, de romances, de picardía, de algún pueblo, río, lago o montaña, de hechos históricos, de espiritualidad y de distintos poderes creadores del pueblo donde están representados ritos, ceremonias y tradiciones), y la música religiosa con la que un modelo civilizatorio hegemónico inculca su fe a una determinada sociedad. De estas dos tendencias musicales, nace una tercera, donde los grandes compositores enmarcaron y enmarcan un tipo de música a la que erradamente llamamos “culta” o “clásica” o “académica”, pero que su verdadero origen es del pueblo aunque su tratamiento obedezca a una lógica docta aprendida esencialmente en conservatorios, academias, escuelas de música, institutos y universidades de arte. Este hecho lo sustenta el compositor ruso Mijaíl Ivánovich Glinka, padre del nacionalismo musical del mayor país del mundo, cuando afirma que: «La música la compone el pueblo; nosotros los compositores sólo la adaptamos». Nos comenta nuestro musicólogo venezolano Rafael Saavedra que esta máxima “está en mármol con letras de oro en la entrada del Museo de la Música Glinka, en la ciudad de Moscú”. 

Simón Rodríguez y el piano

En el año 1842, Simón Rodríguez publica en extenso sus Sociedades Americanas en 1828. Es importante resaltar que en el siglo XIX para escuchar una obra de Domenico Cimarosa, Giovanni Paisiello o Gioachino Rossini había que ir al teatro o a alguna corte. Esta fortuna la tuvo Rodríguez cuando entre 1804 y 1805 estuvo al lado del joven mantuano Simón Bolívar lo que contribuyó a que el maestro caraqueño se codease con tan notables músicos. En este libro, Rodríguez nos cuenta: “El clave era muy ruidoso porque hería las cuerdas con plumas. Para apagar el sonido se pensó en poner tiras de paño a las cuerdas, pero dejando las plumas, y el clave se llamó monacordio —después se pensó en sustituir martinetes a las plumas, y hacer por medio de registros, fuertes o suaves los sonidos, entonces el clave se llamó forte-piano o piano-forte, en honor de la lengua Italiana, que está en posesión de la Música. Después viendo que para tocar forte, no es menester estudiar, porque cuanto menos entienda de música el Músico, más FORTE toca, convinieron en llamar el instrumento PIANO solamente, y entenderse con la gente del arte, sabiendo que, para sacar sonidos suaves, es menester tener oído y buen gusto. Así estuvo el Piano, por muchos años, siendo el primer mueble en los salones y las delicias del estrado. En todas partes se construían, mejorando las formas y llegó a extenderse tanto el uso, que hubo (entre otras) una Compañía de fabricantes en Londres y en París, bajo el nombre de Erard.

¿Se creerá que en medio de tan quieta y pacífica posesión, hubo quien pretendiese restablecer el clave? Así fue, pues. Un fabricante apurado que no sabía arreglar sus negocios, intentó echar abajo al piano, con un gran cajón trapezoide mixtilíneo, a imitación del clave antiguo (él solo ocupaba el lugar de tres pianos, y algo más) pero no se atrevió el fabricante a ponerle plumas, esperando, sin duda que el cajón las pidiera; porque clave perfecto pide plumas. Al verlo, en su sala, una señora anciana, se dirigió a sus hijas con el discurso siguiente.

-Este sí que es clave—aunque le faltan las lengüetas, ya vendrán: es el instrumento de nuestros padres, el que todos conocen; y no ese de moda, que ni es espineta ni es clave. En el de mi tiempo aprendí yo, aquel clave se oía de todas las distancias, y aun junto al campanario durante los repiques. Dejémonos de invenciones, que al cabo, y por más que se diga, al clave volveremos, por mil razones: Si se echa a perder, cualquiera lo compone; si se destiempla, fácil es hallar la clavija, tiene buenas voces, cualquiera se las saca si aprieta bien la mano; en un baile, si el clavista es bueno, no se oyen los pies; en fin, mientras yo viva, en casa no habrá piano sino clave y el que no esté contento, que se vaya.

Eso he dicho yo siempre, mi señora, y a esta niña se lo he estado diciendo (aprobación de un joven que está negociando casamiento con la hija)

-¿Y usted Señor, qué dice? (pregunta la Señora a otro joven que está allí de visita, porque ya tomó Estado).

– Yo, mi señora, no soy del parecer del señor ni del de usted, el clave no vuelve: el gusto por el piano es decidido: el estilo del piano está unido con el estilo músico del día: si porque el piano se destiempla, o porque el que lo toca no es músico, se ocurre al clave, el remedio es peor que el mal, porque enseñando música habrá músicos y los músicos sabrán templar. Ni Cimarrosa ni Paesielo ni. . . Rossini se harían oír con gusto en el clave: el proyecto de emplumar martinetes, no tendrá el suceso que se espera.  Se harán clavicímbalos, claviórganos y clavicordios que serán claves con azúcar, para hacerlos pasar sin repugnancia; pero clave solo, no pasa. Con todo, podemos asegurar, según el estado actual de la música que ni con címbalos, ni con órganos, ni con cordios lo tragan. Se acabó el clave, mi señora. El que lo toque en sala, espere que lo silben. Y si lo toca en plaza, lo APEDREAN”.

¿Dónde escucharemos otra música?

Resulta difícil sintonizar en Venezuela una emisora que difunda la música de los venezolanos Juan José Landaeta, Lino Clemente, José Ángel Lamas, Juan Francisco Meserón, José Ángel Montero, José Antonio Caro de Boesi, Teresa Carreño (sobrina de Simón Rodríguez), Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza, Antonio Lauro, Evencio Castellanos, Antonio Estévez, Modesta Bor, Gonzalo Castellanos Yumar, Andrés Sandoval, Raimundo  Pereira, José Luis Muñoz, Leopoldo Billings, Juan Carlos Núñez, Federico Ruiz, René Rojas, Vinicio Adames, César Alejandro Carrillo, Belén Ojeda y William Blanco; de los alemanes Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven, Felix Mendelssohn, Johannes Brahms, Richard Wagner, Richard Strauss y Alban Berg; de los austríacos Wolfgang Amadeus Mozart, Joseph Haydn, Franz Schubert, Anton Bruckner, Gustav Mahler y Arnold Schönberg; del noruego Edvard Grieg, del finlandés Jean Sibelius, del danés Carl Nielsen, del griego Mikis Theodorakis; de los italianos Vivaldi, Verdi, Puccini y Ennio Morricone; del español Isaac Albéniz; de los cinco rusos Mili Balákirev, César Cuí, Modest Músorgski, Nikolái Rimski-Kórsakov y Aleksandr Borodín y de Tchaikovski, Prokofiev, Rajmáninov, Stravinski y Shostakovich; de los húngaros Zoltán Kodály y György Ligeti; de los checos Bedřich Smetana y Antonín Dvořák; del polaco Frédéric Chopin; del chino Nie Er; de los vietnamitas Nguyễn Đức Toàn y Đặng Hữu Phúc; de los cubanos Leo Brouwer, Wilma Alba Cal y Beatriz Corona; de los estadounidenses Scott Joplin, Samuel Coleridge-Taylor y Aaron Copland (víctima de la cacería de brujas de McCarthy); del guadalupeño Chevalier de Saint-Georges; del brasileño Heitor Villalobos, de los argentinos Alberto Ginastera y Astor Piazzolla, de los mexicanos Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, etc. 

Música y Revolución

La música por ser un constructo social es un hecho político y en muchos casos adquiere un compromiso ético. El autor de la música de nuestro himno Gloria al bravo pueblo, Juan José Landaeta, fue fusilado por José Tomás Boves el 10 de diciembre de 1814 en Cumaná, cuando acompañaba al Libertador en la Emigración a Oriente.

Lenin amaba tanto la sonata Appassionata de Beethoven que sobre ella dijo: “Es tan maravillosa y sobrehumana que al escucharla me siento orgulloso de pertenecer a la raza humana”. García Lorca contuvo su llanto ante la tumba de Isaac Albéniz para leerle este soneto:

Esta piedra que vemos levantada

sobre hierbas de muerte y barro oscuro,

guarda lira de sombra, sol maduro,

urna de canto sola y derramada.

Desde la sal de Cádiz a Granada,

que erige en agua su perpetuo muro,

en caballo andaluz de acento duro

tu sombra gime por la luz dorada.

¡Oh dulce muerte de pequeña mano!

¡Oh música y bondad entretejida!

¡Oh pupila de azor, corazón sano!

Duerme, cielo sin fin, nieve tendida.

Sueña invierno de lumbre, gris verano.

Duerme en olvido de tu vieja vida.

La Obertura 1812 fue compuesta por Tchaikovski, para presentar la victoria rusa sobre el ejército invasor de Napoleón Bonaparte.

En el verano boreal de 1942, los habitantes de la ciudad rusa de Leningrado se morían de hambre. La histórica ciudad de San Petersburgo llevaba varios meses bajo asedio y bombardeos de las fuerzas alemanas nazis. El compositor soviético Dimitri Shostakovich dedicó su 7ª sinfonía “a nuestra lucha contra el fascismo, a nuestra inminente victoria sobre el enemigo, a mi ciudad natal, Leningrado”. El director Karl Eliasberg quiso, desde la música, elevar la moral del pueblo. Por lo tanto  organizó una orquesta sinfónica ya que la única orquesta que quedaba en la ciudad, la Orquesta de Radio de Leningrado, se había disuelto. Como pudo hizo un único ensayo. Horas antes del concierto, «el ejército soviético perpetró un furioso bombardeo sobre las líneas enemigas para silenciar las armas alemanas y que el concierto se pudiera celebrar sin interrupciones», relata el director de orquesta soviético Semyon Bychkov. Entre el público se encontraba una joven de 18 años, Olga Kvade, cuyo padre y abuelo habían muerto a principios de la guerra, cuenta: «Los candelabros brillaban, era una sensación tan extraña… Por una parte no podía ser posible –el bloqueo, los entierros, las muertes, la hambruna y la Sala Filarmónica-, era simplemente increíble. Lo único que temíamos era que los alemanes empezaran a bombardearnos. Pensaba ‘Dios, deja que escuchemos el concierto hasta el final’. Entonces Eliasberg salió, la orquesta se puso de pie y tocaron. Todos tenían hambre pero estaban vestidos de gala”. Era el 9 de agosto de 1942, día que pasó a la historia porque ese grupo de músicos debilitados por la hambruna y que apenas eran capaces de sostener sus instrumentos, interpretaron la Sinfonía de Leningrado, una epopeya sonora de dignidad y lucha. Había tanta gente que se colocaron altavoces en toda la ciudad. El pueblo asediado escuchó con un llanto infinito cada compás colmado de identidad nacional. Los imperialistas alemanes entendieron ese día que el pueblo soviético jamás se rendiría.

¿Alguien podría dudar de lo que significa para Cuba Alicia Alonso, Prima Ballerina Assoluta del Ballet Nacional? ¿Alguien sabrá el efecto que producía Vivaldi en el Che Guevara? El 9 de octubre de 1967 es fusilado el guerrillero heroico. Llevaba en su morral un libro de Rufino Blanco Fombona sobre Bolívar, textos de Jack London y “alguna melodía extraviada de Vivaldi”.

¿Música burguesa?

La música latinoamericana no se puede entender sin esa identidad en el caso de compositores como Villalobos, Ginastera, Piazzolla, Estévez, Chávez. ¿Quién es Gershwin en la música del siglo XX, sino un músico popular? ¿De dónde sale el jazz?

Bach estuvo atento a la esencia de la música del pueblo. Algunas danzas sirvieron de fuente para sus suites para violonchelo. Este genio, cumbre de la música barroca, nacido en el Sacro Imperio Romano Germánico vivió en la pobreza. Su herencia es base primordial de la humanidad por su profundidad intelectual, su perfección técnica, su belleza artística y por sintetizar los diversos estilos nacionales de su época y del pasado. Su lugar en la historia está en el Olimpo musical. No así el de Christian Luis, Marqués de Brandeburgo, que, si acaso es conocido, se debe a los seis Conciertos de Brandeburgo que escribió la luminaria de Eisenach en 1721. Gracias a la limosna del pueblo se le pudo enterrar. El dinero no alcanzó para grabar su nombre en la lápida. En uno de los archivos de Leipzig se lee la siguiente nota: “Un hombre de sesenta y cinco años, el llamado Johann Sebastian Bach, cantor de la Escuela de Santo Tomás, ha sido conducido al Cementerio en un féretro de pino. Leipzig. 30 de julio de 1750” (Adalberto García de Mendoza. Juan Sebastian Bach: un ejemplo de virtud. Bloomington, Estados Unidos: Elsa Taylor, 2012).

Franz Schubert murió a los 31 años en la pobreza absoluta y lo que es peor, sin ningún reconocimiento por parte de sus contemporáneos. Las deudas financieras ahogaban su espíritu.

El genio de Salzburgo, Wolfgang Amadeus Mozart, murió solo y arruinado a los 35 años. Su dimensión infinita legó a la humanidad 626 obras.

Dos anécdotas

Me vienen a la mente dos anécdotas del puntofijismo: Luis Piñerúa Ordaz, siendo candidato presidencial, fue invitado a un concierto de la Orquesta Sinfónica Venezuela. Al concluir el concierto uno de los violinistas, con el arco aún en su mano, lo abordó: “Si usted llegara a ganar, ¿nos aumentaría el sueldo?”, a lo que el anodino hombre respondió: “¿Y a ustedes les pagan por tocar con ese palito?”. El otro cuento es que en un homenaje que se le hizo a José Ignacio Cabrujas el presidente Carlos Andrés Pérez para no quedarse atrás ante tanta sapiencia del invitado, vociferó: “¡Sadel es tan bueno que canta desde los boleros de Los Panchos hasta el Bolero de Ravel!”.

La esperanza

Mucha gente espera escuchar en el canal clásico de la Radio Nacional de Venezuela nuevamente a los genios del violonchelo: los rusos Mstislav Rostropovich y Natalia Gutman; el catalán Pau Casals, los franceses Pierre Fournier, Paul Tortelier y Jacqueline du Pré, el japonés Yo-yoma; a los genios del piano como los rusos Vladimir Horowitz, Sviatoslav Richter y Grigori Sokolov; el polaco Arthur Rubinstein, los argentinos Martha Argerich y Daniel Barenboim; el chileno Claudio Arrau; los cubanos Ernesto Lecuona, Frank Fernández, Chucho y Bebo Valdés, Gonzalo Rubalcaba y Rubén González; los venezolanos Evencio Castellanos, Judith Jaimes, Harriet Serr, Monique Duphill, Clara Rodríguez, Carlos Duarte, Chucho Sanoja, Aldemaro Romero, Arnaldo Pizzolante, Juan Carlos Núñez, Rosario Marciano, Carmencita Moleiro, Clara Marcano, Gabriela Montero y Ana Sofía Álamo; a los genios violinistas Jascha Heifetz, David Oistrakh, Yehudi Menuhin, Leonid Kogan, Itzhak Perlman, Fritz Kreisler, Henryk Szeryng, Anne-Sophie Mutter, Olaf Ilzins, José Francisco del Castillo, Williams Naranjo, Alexis Cárdenas y Eddy Marcano; a los genios contrabajistas Omar Sansone, Telésforo Naranjo, David Peña, Roberto Koch y David Carpio; a los genios guitarristas John Williams, Julian Bream, Alirio Díaz, Andrés Segovia, Narciso Yepes, Leo Brouwer, Antonio Lauro, Ángel Guanipa, Miguel Delgado Estévez, Juan Ramón Barrios, Diógenes Gómez, Álvaro Álvarez, Antonio Khan, Arturo Terán, Pedro Elías Colombet, Aquiles Báez y el Chueco Riera; a los flautistas célebres James Galway, Jean Pierre Rampal y José Antonio Naranjo “Toñito”; a los clarinetistas Martin Fröst, José Franch Ballester, Alessandro Carbonare, Andreas Ottensamer, Karl Leister, Sabine Meyer, Paquito de Rivera, Karii Kriiku, Claudio Bondi, Pedro Naranjo, Alberto Muñoz, Alan Troudart, José Alberto Requena «Chebeto» y Demián Martínez; a los arpistas Nicanor Zabaleta, Alba Quintanilla, Evelio Taborda y Marisela González; a los trompetistas Maurice André, Arturo Sandoval, Jorge Varona y Pacho Flores; a los mandolinistas Jacob du Bandolim, Hamilton de Holanda, Antonio Carrillo, Ricardo Mendoza, Antonio Mendoza, el catire Durán, Iván Adler, Alberto “Beto” Valderrama, Rafael Ruiz, José Atanasio Rodríguez “Chiguao”, José Alberto Mondragón, Cristóbal Soto, Etelio Padilla, Árniz Silva, Jorge Torres y Yolanda Aranguren; a los cuatristas Fredy Reina, Jacinto Pérez, Cheo Hurtado, Hernán Gamboa, Jesús Torres, Raúl Delgado Estévez, Pedro Naranjo, Eduardo Ramírez, Luis Pino, Ruperto “Tico” Páez, Rómulo García, Jorge Glem, Héctor Molina, Adelso Paz “Rolito”, Ángel Melo, el negro Reyes, Ángel Pérez, Pablo Camararo, Sir Augusto Ramírez, Miguel Siso, Oscar Lista y Enio Escauriza.

Mucha gente espera escuchar en el canal clásico de la Radio Nacional de Venezuela nuevamente a las sopranos María Callas, Joan Sutherland, Montserrat Caballé, Renata Tebaldi, Renata Scotto, Birgit Nilsson, Leontyne Price, Lily Pons, Mirella Freni, Fedora Alemán, Cecilia Núñez Albanese, Reina Calanche, Flor García, Carmen Liendo, Hilda Breer, Marina Auristela Guánchez, Inés Salazar, Violeta Alemán, Yasmira Ruiz, Margot Parés Reyna, Betzabé Talavera, Mariana Ortiz, Diana Damrau y Anna Netrebko; a las mezzosopranos Fiorenza Cossotto, Yelena Obraztsova, Christa Ludwig, Giulietta Simionato, Teresa Berganza, Cecilia Bartoli, Marilyn Horne, Jessye Norman y Morella Muñoz; a los tenores Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Fritz Wunderlich, Jussi Björling, Nicolai Gedda, Alfredo Krauss, Mario del Mónaco, Franco Corelli, Carlo Bergonzi, Giuseppe di Stefano, Josep Carreras, Tito Schipa, Richard Tucker, James McCracken, Luigi Alba, Ramón Vinay, Juan Diego Flores, Miguel Fleta, Pedro Lavirgen, Alfredo Sadel, Rubén Domínguez, Aquiles Machado e Idwer Álvarez; a los barítonos Dietrich Fischer-Dieskau, Cornell MacNeil, Sherrill Milnes, Tito Gobbi, Walter Berry, Piero Cappuccilli, Ettore Bastianini, Leonard Warren, José van Dam, Julio César Mármol, Ramón Iriarte y Cayito Aponte; los bajos Fiódor Chaliapin, Nikolái Ghiaúrov, Gottlob Frick, Paul Robeson, Ivo Vinco, Boris Cerdoz y Pedro Liendo; a los octavistas (bajos profundos) Vladimir Pasyukov, Paul Michalyk y Vladimir Miller.

Mucha gente espera escuchar en el canal clásico de la Radio Nacional de Venezuela nuevamente a las agrupaciones vocales: Orfeón Lamas, Orfeón Universitario de la Universidad Central de Venezuela “Patrimonio Artístico de la Nación”, Orfeón Universitario de la Universidad de los Andes, Coral Venezuela, Coro Promúsica, Coral de la Universidad Católica Andrés Bello, Quinteto Contrapunto, Coro Colonial, Schola Cantorum de Caracas, Polifónico Rafael Suárez, Coral Falcón, Madrigalistas de Aragua, Camerata de Caracas, Coral Filarmónica de Caracas, Coro Universitario de la Universidad Nacional Experimental del Táchira, Coral de la Facultad de Ciencias de la UCV, Coro Concertino de Caracas, Cantarte, Bolanegra, Cantoría de Mérida, Coral Cantv, Coral Viasa, Coral de la Universidad de Oriente núcleo Anzoátegui, Coro del Banco Industrial de Venezuela, Cantamundo, Ensamble 9, Agrupación Polifonía, Florilegium de Caracas, Coral de la Universidad Nacional Experimental de Guayana, Capella de Caracas, Ensamble Brahms, Mastranto Ensamble, Coro de Voces Oscuras de Maracay, Coral de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, Red Bolivariana de Coros Hugo Chávez, Coro Libertador, Coral Nacional Simón Bolívar, Coro Femenino Voca Spirito, Rapsodia, Niños Cantores de Villa de Cura, etc.

Una revolución para que sea irreversible debe ser cultural. Esperamos que en la Radio Nacional de Venezuela se difunda nuevamente la música que un sector exige y que son referentes sonoros de los músicos de todas las agrupaciones corales, de las distintas estudiantinas y orquestas del país, así como del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, como hasta hace poco lo hacía el Canal Clásico, porque de no ser así, nos dice Rodríguez: “El que no vea la historia del gobierno en la del piano, será porque no conoce el piano o porque no conoce el gobierno o porque… ni uno ni otro”.

Alí Ramón Rojas Olaya

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